Singuerlín 3 – Sant Andreu 3 quedan tres y muchas batallas que luchar

Singuerlín 3 – Sant Andreu 3

Los crueles guionistas han llenado esta temporada de capítulos trágicos con demasiados finales pésimos para nuestros intereses; ya van unos cuantos que nos dejan helados en el sofá justo antes de que salgan los créditos en un fondo negro con música épica de fondo. Y, sin embargo, seguimos enganchados a la espera de que cuelguen el siguiente episodio, nos pasamos ansiosos el período entre capítulo y capítulo hablando de lo que pudo haber sido y no fue y de lo que irremediablemente fue.  Nadie se ve capacitado para ni siquiera hacer lo que solemos hacer tanto en nuestro país, sea cual fuere éste, que es pronosticar, preconizar, jurar por nuestros antepasados que pasará lo que creemos que pasará sin tener el menor indicio de nada. El último capítulo terminó con los nuestros fuera de las llamas del descenso pero todos salimos quemados del campo, parecía que ya no quedaba tiempo para que sucediera lo que todo el mundo temía, que nos empataran al final, sin realmente merecerlo. Otra vez.

Corría el minuto tercero de los muchos que el árbitro había añadido (casi tantos minutos como amarillas enseñó indiscriminadamente a los locales) cuando el filial del Sant Andreu, empujados por la necesidad que provoca ir perdiendo y verse con un jugador más después de la expulsión de Aritz allá por el minuto ochenta, se volcaron por la banda de Marwan como si del séptimo de caballería se tratara y lograron apuñalarnos por ese costado, donde más duele y cuando más duele. Los tres puntos que teníamos en el saco era una inyección a nuestra autoestima dañada muchas veces esta temporada y solo nos llevamos uno. Y, sin embargo, se persiste esperando al siguiente capítulo como se persistió durante todo el partido, remando de principio a fin. Si el último partido en campo del Young Talent estuvo protagonizado por el miedo a perder en éste el ir perdiendo se convirtió en el estímulo para ir a por la victoria: los dos equipos se remontaron mutuamente, se empataron y miran con temor los siguientes partidos. O quizá soy yo que lo miro con temor.

Antes del fatídico tiempo añadido el equipo hizo una demostración de orgullo fundamentada en el querer. Con el uno a dos entraron Balca y Xavi, y marcaron ambos ganando la espalda a sus marcas, corriendo al espacio y definiendo genial. El empate a dos nace con Balca recostado en la izquierda más veloz que el lateral derecho visitante, pudo llegar dentro del área y cruzársela al potero hasta el moflete de la portería. El tercer gol, obra de Xavi, no lo marca uno cualquiera, poniendo el interior del pie con el campo entero mirándote, por encima del portero, de esas vaselinas suaves cuando el balón está a media altura te grita impaciente que la toques tranquilo y la pongas ahí, donde nadie llega. Tengo la estúpida manía convertida en una estúpida teoría, si me permiten escribirla, de que las vaselinas perfectas son aquellas en las que la pelota bota entre la línea y la red, es más sutil dentro de la propia sutilidad de tal definición. Los dos goles son la definición de la temporada y la explicación de lo que es jugar en una categoría más: incluso los goles que haces, para que lleguen a entrar en la portería deben ir al rincón, nadie te regala nada, o la pones en la esquina o no es gol. Después de esto, pude ver bien la celebración de los jugadores en el tercero y no recuerdo una con tanto entusiasmo, y me recubre de confianza ver como saltaron los suplentes corriendo como cabras por la banda gritaban eliminando de sus cuerpos toda la frustración acumulada, así como la red de detrás de la portería que se movía como si un terremoto se plantara justo debajo de Santa Coloma. No será por sudor que se descienda y sí lo será por la permanencia.

Todo irá de un punto, seis equipos y una plaza para permanecer. No se pierdan el siguiente capítulo de la serie, quedan tres y muchas batallas que luchar. Les dejo que empieza Juego de Tronos, culpable de la brevedad de este escrito.