YOUNG TALENT BADALONA SUD 0 – 0 SINGUERLIN, C.F.,A

Nuestro Singuerlín empató ayer sábado a cero en territorio amarillo durante la jornada de reflexión previa al domingo de elecciones: la fiesta de la democracia, dicen los menos demócratas. No digo territorio amarillo debido a los lazos que vemos por las calles en protesta por los líderes políticos encarcelados, sino por nuestro rival de esta jornada, Young Talent: “talento joven”, aunque ya sabemos todos que el inglés da más grandilocuencia al asunto, más moderno.

¿Han estado ustedes siguiendo la campaña electoral? ¿Estuvieron atentos ayer por la noche a la retransmisión del escrutinio? El partido de ayer se desarrolló igual que un debate entre candidatos con sus trajes a medida encorsetados por sus mentiras y tratando de zafarse del nudo demasiado apretado de la corbata, perfectamente peinados, disimulando su mediocridad mientras miran a cámara: “¿ya ha acabado usted de mentir? Bien, ahora me toca a mí”, fue dicho en campaña. El contendiente que sale victorioso es aquel que deja ver menos sus carencias, el que sonríe más y hace sonreír menos al rival; tanto en los partidos de fútbol como en los debates políticos, ¿acaso el fútbol no es política? Hombres que luchan por el poder básicamente por dos motivos: para garantizarse a ellos mismos en la cima de éste y para someter al derrotado. Jean-Jacques Rousseau nunca jugó al fútbol pero explicó el empate entre clases sociales que promueve la política parlamentaria representativa: que no haya nadie tan pobre para venderse ni nadie tan rico para comprar a otro, es decir, que firmamos el cerocerismo, no me beneficia a mí pero tampoco lo hace el rival, tal como pasó, seguimos más o menos igual, tanto en la Moncloa como en esa Badalona Sud: apartada de todo, alejada de todos.  

El partido

Treinta minutos antes del partido, justo cuando los jugadores salen perezosos del vestuario a calentar y miran hacia la grada para ver si sus padres han venido y si sus novias dejan de hablar entre ellas y les prestan algo de atención, el señor descenso con su típica guadaña a la espalda estaba hablando con el encargado del campo en la puerta mientras cobraba a tres euros la entrada. Parece ser que el perder de manera asidua te delimita y eso pasó el sábado: tanto locales como visitantes jugaban con una cuerda atada a la cintura que les impedía avanzar, a diferencia de hace algo más de un año cuando los dos equipos jugaban para triunfar, para ascender, y las cosas surgían mejor de lo que uno podía esperar y nunca tan mal como se podía prever. Esta vez, sin embargo, nadie se ilusionaba con mayorías absolutas en el tiempo añadido, a todos nos bastaba con conseguir los escaños suficientes para formar grupo parlamentario propio, para no perder, vamos.

Escrutinio   

Raúl moderó la contienda de manera tranquila y elegante, lleva muchas a sus espaldas, un par de centros cerrados con poca malicia desde la derecha y un disparo mordido desde fuera del área no es nada para él.

El equipo estuvo ordenado, sólido y cohesionado que es lo mismo que decir que todos corrieron mucho y corrieron bien, igual que cuando el político dice “seguiremos trabajando” significa que no, que no hará nada al respecto; los eufemismos en campaña electoral son como las primas en la última jornada, surgen muchos de la nada. Hay que destacar a los dos laterales, Marwan por derecha y Antonio por izquierda: Santiago Abascal y Ortega Smith en un mitin en una plaza de toros de Valladolid el día de la Hispanidad en un domingo después de ir a misa, le plantaron cara a todo ser vivo que se puso por delante, crecidos con el pecho inflado de coraje, pura incorrección política. Sus respectivos extremos fueron cambiados por temor a ser barridos como si se trataran de reporteras de TV3 lesbianas en dicho mitin en Valladolid.

La mayor sorpresa por el lado de los de Santa Coloma de Gramanet no la dio Gabriel Rufián (que sorprendentemente lleva tiempo sin ser noticia por decir ninguna de las asombrosas gilipolleces a las que nos tenía acostumbrados) al ganar la batalla política en Catalunya por encima de Junts pel síy meter trece de la lista de Esquerra Republicana en el congreso, lo hizo el inédito medio del campo del Singuerlín. A falta de Gorka, al lado de Aritz se situó Rositas, que ya solo le falta jugar de central para haber pasado por todas las posiciones. Lo hizo bien, confiado y sin excentricidades. Rosas y Aritz, Rufián y Tardà, una pareja peculiar pero que congenian a la perfección.

Nuestras bandas estuvieron más preocupadas en defender por dentro que en atacar por fuera. Sin ser precisamente jugadores defensivos, Giráldez y Balca actuaron con más moderación que en otras ocasiones, igual que Pablo Iglesias durante esta campaña. Nada de discursos incendiarios ni expresiones contagiosas vacías de contenido, como aquella desaparecida ya de la castao la de las puertas giratorias. Han perdido diputados, sí, pero consolidan los que tienen y se avecinan determinantes para la salvación. Más verticales por la izquierda en la primera parte y más comedidos por la derecha. Definitivamente, unidos Podemos.

Al siete ya lo conocen en todos los campos y, si me permiten, actuó de capitán veterano en varios sentidos el sábado y aguantó con la soltura propia de un líder los insultos que la grada le lanzaba: “dientes, dientes, que les jode“, dijo Esperanza Aguirre cuando se veía acorralada por periodistas. Él fue el primero quien vio que el ambiente de pesadumbre no se podía adueñar de nosotros, que había que jugar sin miedo a perder. Sigue ganando por arriba los melones que le llegan y hace que el balón salga de sus botas en mejores condiciones de las que le ha llegado a él. Es decir, igual que Pedro Sánchez, que después de ser purgado por los mandamases del PSOE se subió a su coche y ganó la batalla de las primarias socialistas casa por casa, muy melodramático y moralista, pero así fue, el capitán no se rinde, sino que baja al barro a pelear. Y Dani, igual que cualquier líder socialista, desde Felipe González hasta Zapatero, domina como nadie la diagonal que parte desde banda izquierda y acabará con suerte en el centro o, en malos tiempos para el Ibex, se alarga hasta la derecha donde espera ansioso y nervioso y alterado, no sabemos por qué, Albert Rivera.

El árbitro, por otro lado, hizo de Pablo Casado, no por si tiene o no algún máster fraudulento en alguna universidad fraudulenta, sino porque prometía mucho durante gran parte del partido, no había cometido ningún error de bulto y había identificado bien el mal teatro en las áreas de ambos equipos pero, al final, se pegó un trompazo en forma de fuera de juego en el gol de Giráldez, setenta diputados tirados por la borda. Se olía ya el final del encuentro y un tercio de la permanencia nos pertenecía. No pudo ser.