
Singuerlín 0 ::vs:: CP Sarriá 2
Todo estaba dispuesto y preparado con sumo cuidado: la convocatoria de nuestro público, el césped regado, los banderines colocados por Tomasín con precisión quirúrgica y no faltaba el entusiasmo y la voluntariedad, y había algo que iluminaba desde otro ángulo las cosas en Can Zam dándole un brillo que ya no recordábamos que existía. Volvía algo de aquella esencia que nació hace más de un año pero que se dio a conocer en aquella promoción en Llefià, frente a aquella gente con la que nos separaban ochenta quilómetros pero que éramos de mundos diferentes, los de Roda de Ter. Contra esos magrebíes que hablaban un catalán perfecto; entre rural y académico, vimos un equipo que jugaba sin pensar pero que disfrutaba lo que hacía, y nadie recuerda que se perdió la promoción. Es probable que el resultado sea lo último que sale a coalición cuando se habla de esta eliminatoria porque finalmente acabamos subiendo debido a las compensaciones de otras categorías y a la buena campaña que se hizo numéricamente. Sin embargo, me gusta pensar que nadie recuerda el desenlace pues el desarrollo fue emocionante, hasta tal punto de ser tan digno para ser recordado por encima del trágico final. De esta esencia es de la que les hablo: se recuerda una derrota diciendo la expresión: “¡qué gran partido hicisteis!”. Esto es un hecho contracultural: perder y dar más valor al cómo que al qué.
¿Queda algo de esa esencia? Durante los primeros veinte minutos del partido del domingo hubiera apostado todo mi patrimonio (que es una nimiedad) a que seguía más viva que nunca dentro del equipo, que había estado escondida y ahora resurgía de nuevo. Ahora bien, aquel balón mal despejado con un efecto inusual por un defensa visitante que acabó superando al central y alejándose de la salida de Raúl acabó dentro de nuestra portería nos dispersó, y entonces lo primero que te viene a la cabeza es que no puede ser, que no se hacen tan mal las cosas para recibir tal castigo. La esencia estaba de nuestro lado, o creíamos que estaba de nuestro lado. Hasta ese gol el equipo tenía una actitud encomiable que, mezclada con una propuesta ofensiva, les hacía peligrosos. En el partido sucedían cosas, por ambos lados se buscaba la portería rival más que proteger la propia. Rosas, Artiz, Gorka y Dani participaron más veces en los primeros tres cuartos de hora que en los últimos tres partidos. Los dos pivotes venían a recibir cerca de los centrales, Marwan era profundo y Dani aparecía entre sus pivotes y el lateral, orientándose hacia dentro. Damián se movía detrás de sus defensas y Xavi la esperaba más al pie. Rositas no dejó de intentarlo. Todos hicieron, y estuvieron, pero me invade la sensación de que no nos alcanza todavía y que la única solución es remar con más fuerza.
El segundo tiempo se desarrolló desde una perspectiva similar: teniendo entre ceja y ceja el objetivo de remontar sin salirse del guión establecido y con la inestimable compañía de la esencia, nuestra vieja amiga. Intentando no hundirse físicamente hasta que saliera Balca e hiciera más daño arriba, el Sarrià se quedó con un jugador menos y luego con otro; dos tonterías infantiloides si no fuera porque con dos menos fueron capaces de enlazar cinco pases seguidos, cinco puñaladas, del lateral al pivote, del pivote al interior, el interior se la dio al pivote y éste al punta que la dejó de cara al que venía como un tren para pegarle de empeine, fuerte, sin miramientos, a la derecha de Raúl. Metieron un gol hilado, fabricado con nueve trabajadores, justo cuando se les pensaba muertos. A partir de aquí, con la esencia de Roda de Ter en paradero desconocido, el equipo se guió por el orgullo herido, querían pero cada jugada que acababa en nada desesperaba, cada falta que el rival conseguía desquiciaba al personal local, no se lograba que el visitante se sintiera incómodo con dos jugadores menos. Dos líneas de cuatro que presionaban cuando debían, jugaban cuando podían y pegaban cuando era oportuno. El balón se paseaba cerca de los palos de su portería, los córners no se remataban por centímetros y Balca la mandó al larguero.
La siguiente fiesta es en Llefià. Para los nostálgicos será como jugar en casa recordando noches más gloriosas. Siempre me pareció que aquel partido fue un partido antiguo, se jugó con el corazón en el puño y los abuelos llevaron a los nietos al fútbol otra vez.
Carlos López :: Jugador del primer equipo / Entrenador del Juvenil B