Sigue sin salir el Sol

Jornada 15. Singuerlín 2 Europa 3

Os recomendaría que fuerais al cine a ver la última película que he visto, La noche de los 12 años, pero la quitaron de la cartelera hace 4 días, lástima. Trata sobre cómo sobrevivieron tres prisioneros durante más de una década al encarcelamiento de la dictadura que gobernaba Uruguay en el año 1973 que, al no poderlos matar, decidieron volverles locos, decidieron arruinarles la mente y el cuerpo. Uno de los prisioneros era José Mujica, que fue presidente de Uruguay entre 2010 y 2015. Esta cinta no es un canto al optimismo barato ni un elogio fácil a la vida, como si ésta fuera sencilla, simplemente recalca algo que parece que haya caído en el olvido: se puede arrancar y empezar de nuevo una y mil veces, que no hay que renegar de la vida ni de los errores fantásticos quee se cometen. Esta idea es curiosa, ya que adquiere más valor cuando se expresa en situaciones límite y cae en el olvido cuando vivimos de manera tranquila pero, a la vez, nos rendimos antes.
El partido
Se perdió en casa, de nuevo, contra el que iba en último lugar de la clasificación, después de ir ganando al descanso por dos a uno, sin embargo no fue un mal partido en líneas generales. Todo parece que esté nublado en Singuerlín desde hace ya demasiado tiempo y no hay mejores previsiones meteorológicas en el horizonte. Es imposible intentar despejar la incógnita de lo que fue el partido sin tener en cuenta la variable de todas las lesiones que asolan al equipo; no es una excusa, es una descripción. Hay tres lesiones de larga duración y otros tantos que no pueden jugar que enumeraría quedándome sin espacio para explicar algo sobre el partido. Ayer en el banquillo solo había dos jugadores de campo de la plantilla, vinieron cuatro juveniles bien abrigados esperando su debut en segunda catalana.
Como iba diciendo, los de Santa Coloma recibían a un Europa que cerraba la clasificación por abajo, pero ya conocemos todos los tópicos en el fútbol, da lo mismo lo que diga el papel cuando los dos equipos saltan al campo. Primer minuto del partido y primera pérdida en la construcción de los locales que acaba con un remate de un buen centro desde la izquierda de los visitantes. Ninguna opción de atajar para Raúl y muy difícil de defender para los dos centrales.
A medida que los minutos avanzaban los nuestros se asentaban en el campo, tranquilizando el partido y tratando de edificar desde atrás. Castro, que volvía después varias jornadas, y Rodri le dieron la pausa ofensiva que requiere el equipo y la contundencia defensiva en el juego aéreo. Fue Balca, que lleva tres goles en las cuatro últimas jornadas, partiendo desde la derecha quien consiguió establecer el empate. Todo el mundo sabía en el instante que hizo esa jugada que iba a hacer esa misma jugada, incluso el lateral gracienc lo sabía, y, aún así, la clavó. Pocos minutos después se produjo un gol que de la manera en que se desarrolló podría verse como un rayo de luz que traviesa la neblina que cae en Santa Coloma, un gol de equipo sano. El Europa trataba de crear basándose en la aparición de su número 6, si no lo encontraban no construían. Pues bien, los verdiblancos tiraron la presión alta, aguantando hasta cuatro circulaciones escapuladas, de derecha a izquierda presionando por dentro y saltando cuando el balón llegaba a fuera. En una de estas, cerca de la frontal del área, Rosas pispa con inteligencia el balón al central y Dani hace el pase perfecto para que éste meta el centro y Mora, fácil y con calma, hace el segundo.
Podríamos considerar que el segundo gol fue un alivio y se entiende también como un signo de estabilidad, ya que supone un riesgo colectivo y, por tanto, un mérito colectivo que el equipo vaya lejos de su zona tranquila a robar. No solo eso, sino que lo consigue y lo redondea con un gol. Sin embargo, una vez evaporada la alegría del segundo, estaríamos de acuerdo en que la jugada clave del partido desquició a los nuestros y serenó a los visitantes: después de una entrada incomprensible del punta rival a Raúl el árbitro decidió expulsar a los dos; al primero por segunda amarilla y al nuestro por un supuesto insulto, que no fue tal. Más allá de la decisión del colegiado, resulta difícil entender cómo se castiga más una expresión verbal (por muy peyorativa que sea) que una entrada agresiva, roja para la mala palabra y amarilla para una patada a la altura del pecho sin opción de jugar el balón. Se penaliza más al que dice lo que no debe que al que agrede.
El segundo tiempo se desarrolló en campo del Singuerlín. Muy atrás y sin salidas peligrosas a la contra, intentaban salir generando el juego por el suelo pero había mucho campo por delante y pocos jugadores ofensivos con escasos pulmones. Buenas intenciones y malas decisiones. Se percibía el gol visitante, que parecía que jugara con uno más. Llegó como más duele, a balón parado. El tercer gol visitante nace de una jugada larguísima bien producida, bien elaborada de un lado a otro hasta que el centrador contacta con el rematador que la envía de un cabezazo por encima de Vega. Ahí se acabó el partido y nos fuimos con la sensación que el balón viene bañado en cicuta para los de Can Zam, que se estudia y no aprobamos, que trabajamos y no llegamos a fin de mes.
La madre de Mujica.
En un momento de la película, cuando llevaban unos 2500 días presos en diferentes antros, encapuchados y privados de toda comunicación, Mujica se percata de que empieza a rendirse, que la locura se está apoderando de su propio ser. La soledad a la que le empujaron estaba ganando el pulso a su fuerza interior cuando, en un momento dado, los carceleros permiten que su madre le visite y charlen. Sentados frente a frente en una mesa vieja rodeados por militares, el hijo con las esposas puestas, abatido en cuerpo y alma, la madre con bolsas repletas de aquello que su hijo podría necesitar, el tema del abandono de la vida, de rendirse, se empieza a tratar en la conversación entre ellos. Mujica expresa sin muchas palabras que se está volviendo loco, que está cerca de rendirse, que sin remedio alguno ellos le habían vencido. Su madre, entonces, sin mostrar un atisbo de compadecerlo, dejando a un lado la pena que siente al ver a su hijo en esas condiciones infrahumanas, le dice que todo esto se acabará en algún momento y que tiene la obligación de luchar porque, atención, derrotados son los que bajan los brazos, y él no lo era. Aquellos que pierden son los que dejan de luchar… Uno abandona el cine pensando y creyendo haber llegado algunas conclusiones diferentes de las que tenía cuando entró en la sala. Si uno llegó débil al cine salió con fuerza después de ver aquella madre hablarle a su hijo de esa manera y decirle lo qué le dijo, de la misma manera que si uno se fue jodido del campo por perder un partido, o diez seguidos, que vaya a ver esta película, aunque la quitaran de la cartelera hace cuatro días.

Por Carlos Lopez